El valor de
estar aquí
Autor: Ivana
Fischer
Periodista
Conocer la
historia nos permite
comprender mejor el
presente. El pasado de los
pueblos nos instruye sobre
fechas, batallas, hazañas,
pestes… Más allá de esto, es
inquietante reflexionar
sobre el hecho de que en la
historia hubo contemporáneos
que tienen relación con
nosotros, que fueron
nuestros antepasados.
¿Pensaste
alguna vez que cuando Julio
César conquistaba Egipto o
Colón descubría el nuevo
mundo, alguien, en algún
lugar del planeta, vivía en
ese momento y fue tu
antecesor?
Esto permite
una curiosa interpretación
de la importancia de estar
vivos. Desde siempre ha
existido una delicada cadena
de nacimiento, crecimiento y
descendencia que no se ha
cortado. Hablando en
números, por ejemplo, en la
época de Colón, existían más
de 65.000 personas
(tatarabuelos de decimosexta
generación hacia atrás de
cualquiera de nosotros) que
estaban vivas y tuvieron al
menos un hijo, para que hoy
estés aquí. Todas esas
65.000 personas se
relacionan contigo. Desde el
descubrimiento de América
hasta la actualidad, unas
130.000 personas (entre
abuelos, bisabuelos,
tatarabuelos, tataradeudos)
han existido para que
estuvieses aquí.
La vida por
sí misma nos enseña lo
importante que somos si
miramos hacia atrás en la
historia, la inmensa
cantidad de gente que
sobrevivió guerras, pestes,
la poca expectativa de vida,
inundaciones, hambre, o que
superó su etapa de niñez y
no se murió antes de dejar
descendencia.
Recordemos
que en la Edad Media
enfermedades tan simples
como un resfrío eran
mortales. En Europa se
registró una época de
pavorosas epidemias que
asolaron varios países. Las
condiciones de vida de aquel
entonces, con ciudades en
rápido crecimiento,
hacinamiento y escasas
medidas higiénicas, causaron
la peste negra, que provocó
la muerte de un tercio de la
población europea. Entre las
afecciones más frecuentes,
estaban las epidemias de
gripe, el carbunco, el
escorbuto, la gota, la
lepra, la difteria, la
tuberculosis, el tifus, la
malaria, la viruela.
La vida nos
confirma lo infinitamente
maravilloso de estar vivos,
por eso, debemos valorarnos
como seres humanos por la
bendición de serlo.
Si nos
centramos en la actualidad,
hay otro dato más que
enfatiza lo extraordinario
de la vida humana. Estudios
aseguran que solo el 30% de
los embarazos llegan a
término. “Si se interrumpe
antes de la semana 12 de
gestación, es un aborto
espontáneo, una
interrupción. Al entrar en
la semana 12, el embrión se
ha desarrollado hasta
transformarse en feto. Se
habla de defunción fetal
desde que el feto tiene 22
semanas o 500 gramos”,
señala en Clarín, en
una reciente nota, Miguel
Huespe, jefe de Obstetricia
del Hospital Santojanni. Hay
embarazos preclínicos o
bioquímicos de mujeres que
se hacen el test, les da
positivo, pero no se formó
el saco gestacional. Por el
contrario, el embarazo
clínico es cuando, por medio
de ecografías, se constata
la actividad cardíaca del
embrión.
“Las pérdidas
en el primer trimestre son
las más frecuentes. A medida
que avanza el embarazo, las
probabilidades de que se
interrumpa van bajando”,
explica a Clarín,
Leonardo Mezzabotta, jefe de
Obstetricia del Sanatorio de
los Arcos. “La causa más
frecuente, y que se da en al
menos el 70% de los casos,
es por problemas congénitos,
es decir, por anomalías
genéticas del embrión. La
misma naturaleza hace que el
embrión con problemas
detenga su crecimiento. Se
produce un aborto
espontáneo”, agrega el
experto. Dice el
especialista que, después de
las causas genéticas, las
razones de una pérdida
pueden ser múltiples. “La
mujer puede tener
enfermedades previas, la más
común es diabetes, pero
también enfermedades de
tejidos como el lupus, o
infecciosas, como rubéola,
sífilis, HIV, toxoplasmosis,
y, en menor medida,
hipertensión”, enumera.
Entre las causas, tampoco se
descartan factores externos
o el hecho de tomar
medicamentos.
Todas estas
variables muestran lo
complejo que es el mecanismo
de la vida. Por eso, debemos
valorar el hecho de estar
vivos. Cada uno de nosotros
es un ser singular,
extraordinario y único. Nos
debemos dar la oportunidad
de celebrar la vida, de
alcanzar a vislumbrar, en
nuestra historia, su
implacable grandeza.
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