PRELATURA DE ILLAPEL -Región de Coquimbo, CHILE-

 

Biografía de Fray Andresito

En el presente estudio histórico presentamos la Biografía crítica de Fr. Andrés García Acosta (1800-1853) que abarca de 1800 a 1993.

El primer desafío fue la investigación y recopilación de toda la documentación posible para establecer del modo más exacto posible los datos fundamentales de su biografía. Por este motivo, visité los archivos de Santiago de Chile, Roma, Ciudad del Vaticano, Fuerteventura v Las Palmas de Gran Canaria en España. Solicité información a especialistas y archiveros de Sevilla (España), Montevideo (Uruguay), Ocopa (Perú), Tarija (Bolivia) y otros archivos. Una vez recopilada la documentación, abundante y en gran parte inédita, he seleccionado el material más importante que permite conocer de un modo más crítico la vida de Andrés García.

Durante la investigación consulté una vasta historiografía referente al personaje y traté de confrontar datos y corregir errores encontrados.

La presente biografía está dividida en cuatro capítulos, dedicado, cada uno de ellos, a un período determinado de su vida. Cada capítulo está subdividido en títulos de acuerdo con las etapas características de su vida encuadrándolas en el contexto socio político y religioso en que vivió.

El primer capítulo se sitúa en la Isla de Fuerteventura en las Canarias de 1800 a 1833, en que Andrés García emigra a América. Dentro del medio geográfico de la Isla es posible reconstruir el ambiente familiar, social y religioso en que se desarrolla la primera etapa de su vida. Ha sido posible identificar los miembros de su familia y su origen, elementos casi desconocidos por sus biógrafos hasta el presente, su actividad campesino pastoril y en el ámbito religioso, el influjo franciscano que reinaba en la isla desde su primera evangelización.

El segundo capítulo, que ocupa un período más breve, de 1833 a 1839, se desarrolla en Montevideo, capital de Uruguay, destacando los aspectos de la inmigración europea y sus condiciones de vida. La documentación obtenida aporta nuevos datos sobre la vida de Andrés: su paso por el Hospital de Caridad, el encuentro con el franciscano de la observancia Fr. Felipe Echenagussia, su acción polifacética como labrador, albañil y vendedor de libros, la supresión de la Orden de San Francisco y su consiguiente exilio y marcha a Chile.

El tercer capítulo, abarca el período comprendido entre 1839 y 1853 en Santiago de Chile; decisivo en su vida. Ofrece este capítulo diversas facetas de su vida evangélica, basadas en la Copia Pública del Proceso Ordinario de Canonización del Siervo de Dios, conservado en la Postulación General de la Orden Franciscana en Roma.

En el cuarto capítulo, titulado “Fama de Santidad 1853-1993?, se utilizan las fuentes que proporcionan el reconocimiento constante de la fama de santidad de Andrés García.

Andrés, partió de Fuerteventura a mediados de 1832, en compañía de unos parientes entre los que se encontraba, según algunas fuentes, su hermano Eugenio. Se unirá a los grandes grupos de inmigrantes canarios que zarparon a tierras americanas, especialmente a Venezuela, Cuba y Uruguay. Los emigrantes canarios que se enrolaban en las expediciones rumbo a América, normalmente habían de arrostrar muchas penalidades en la navegación: mal trato por parte del capitán del barco, escasez de agua y víveres, hacinamiento en los barcos pequeños; a veces hasta un número de 500 a 600 pasajeros, casi de pie, en un viaje que duraba de 25 a 30 días. Según un testimonio de la época, la travesía de Andrés fue penosa debido a las tempestades y a las escenas desagradables que siempre suceden entre marineros y pasajeros. El transporte de los emigrantes canarios constituyó, en más de una ocasión, una forma de esclavitud y un rentable negocio. Algunos vieron peligrar hasta su existencia en la travesía. Se produjeron varios motines de pasajeros descontentos con el trato de a bordo. Andrés García llegó desde Buenos Aires (Argentina) al puerto de Montevideo (Uruguay) el 11 de diciembre de 1832 en la Goleta Flor del Río.

a presencia Franciscana en Montevideo data de 1625 con Fray Juan Vergara y Fray Pedro Gutiérrez, quienes fundaron la reducción de los Charrúas. En 1724, Fr. José Javier Cordobés celebró la primera misa y bendijo la piedra fundamental de la ciudad de Montevideo. Los observantes se establecieron en el año 1742 con un hospicio e inmediatamente abrieron la primera escuela de instrucción primaria que existió en la Banda Oriental; el mismo año fundaron la Tercera Orden que tanta influencia tuvo en el país. El 1°de septiembre de 1761 se fundó el convento San Bernardino de Montevideo al que se vincularon sectores más populares e incluso marginados, como asimismo importantes personajes del mundo político e intelectual de la época. En su iglesia estaba erigida la cofradía de los negros. En 1768 se inauguraron las clases correspondientes al ciclo secundario, y años más tarde, se crearon varias cátedras de nivel universitario (filosofía en 1786 y teología en 1790) en unión con la Universidad de Córdoba y propagaron la doctrina del teólogo jesuita Francisco Suárez de acuerdo a su “De legibus” y su “Defensio Fidei” El General José Gervasio Amigas (1764-1850) se educó con los franciscanos y fue acompañado por éstos en toda su lucha por la independencia.

En 1828, Fr. Lázaro Gadea, en la Asamblea Constituyente, postuló como denominación para el nuevo país: “República Oriental del Uruguay” por sus raíces franciscanas, no le fue difícil a Andrés vivir su religiosidad y contactar con Fr. Felipe Echenagussia OFM, que será su confesor, director espiritual desde 1835, y amigo. Fray Felipe nació el 30 agosto 1773 en la villa de Cizurquil, Provincia de Guipúzcoa, España. Fueron sus padres Juan Antonio de Echenagussia y María Josefa de Arastoa. Bautizado el 31 de agosto de 1773, vistió el hábito de novicio el 4 diciembre 1798, en el convento de extramuros de San Sebastián. Profesó el 4 de diciembre 1799. Se ordenó sacerdote el 20 de diciembre de 1800. El 26 de septiembre de 1801, fue nombrado confesor para seglares. El 9 de marzo de 1803 se embarcó en el Puerto de Santa María (Cádiz) con destino a Tarija (Bolivia); fue misionero en los Colegios de Tarija (1803-1814) y Moquegua (1814-1825). Admitido en el Colegio de Propaganda Fide el 7 de diciembre de 1825, en Arcos de la Frontera, actual provincia de Cádiz, España. Fr. Felipe habitaba en el convento de los Frailes Menores de Montevideo, llamado por el pueblo, convento de San Francisco, perteneciente a la Observancia. Podemos deducir que Andrés García ingresó al convento franciscano después del 14 julio 1835 ya que hasta ese momento ejercía como labrador. Sus parientes tuvieron noticias de que había “tomado el hábito de la religión seráfica”, y su tío le expresa: “Dios permita que sea para honra y gloria suya y bien para nuestras almas: así te suplico ruegues al Señor nos dé su bendita gracia para servirle y amarle… ”

Las circunstancias políticas del Uruguay se agravan el 9 de enero de 1836 al decretar el presidente Manuel Oribe la supresión de la Comandancia General de la Campaña, lo que produjo la Revolución de julio de 1836 dirigida por su comandante Fructuoso Rivera. Entre las medidas para enfrentarla, Oribe dictó un decreto el 10 de agosto por el que la población civil y militar debía usar un distintivo de color blanco. Entonces los revolucionarios adoptaron cintas de color rojo. Estrenaron sus divisas en la batalla de Carpintería, el 19 de septiembre de 1836, en que fueron derrotados los riveristas. Andrés, en este año, era Hermano Donado, destinado por el Guardián Fr. Hipólito Soler a ejercer el oficio de recolector. Se desempeñó con humildad al ir por las casas pidiendo ayuda, dispuesto a todo tipo de situaciones; fue hombre de paz ante las injurias y vejámenes. Fr. Francisco Pacheco, Guardián de Andrés en la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile, expresaba en el Proceso Ordinario: “El guardián lo puso de limosnero por algún tiempo hasta que lo echó del convento con sentimiento del padre Felipe” En 1837, Andrés, salido del convento, se desempeñó primero como obrero de la construcción en la Casa de ejercicios del Obispado de Montevideo y luego como vendedor de objetos de devoción como novenas, rosarios etc. La llamada del Señor a vivir su vocación cristiana según el estilo de San Francisco, en fraternidad, lo hace reconsiderar su momento de debilidad de haber abandonado el convento, por lo que decidió pedir su reingreso al mismo Guardián, Fr. Hipólito

A nivel sociopolítico, sigue la confrontación entre Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, terminando en una verdadera guerra civil; el 15 de junio se libró la batalla del Palmar entre las fuerzas al mando del general Ignacio Oribe y las del general Rivera. Fue, para Rivera, una victoria decisiva. Oribe renunció a la presidencia el 14 de octubre de 1838, asumiendo el poder nuevamente Rivera, el 1 de noviembre, y disolviendo las Cámaras al día siguiente. Es en este período cuando tuvo lugar el desenlace fatal para la vida de los franciscanos de la Observancia en el Uruguay. En diciembre de 1838, al tiempo que Andrés era portero y limosnero del convento, el Gobierno de Rivera declaró extinguida la Orden y decretó que dicho convento de San Francisco pasara a ser sede de la futura Universidad. Entre los motivos aducidos para la extinción estaban: “no tener un número suficiente de religiosos y, empeñarse en restablecerlo, sería contrariar la tendencia de las sociedades modernas, oponerse al progreso de la civilización y multiplicar los establecimientos improductivos”

Una vez expulsados del convento, Andrés García, para subsistir, volvió a su oficio de peón y de vendedor. Fr. Felipe fue a vivir al Hospital de Caridad como capellán y allí le visitaba Andrés. En una de esas visitas, su padre espiritual le comunicó que, en Chile, se había restablecido la antigua Recoleta de San Francisco, y lo invitó a dirigirse a ella, lo que Andrés aceptó acompañando a su director espiritual. Los Franciscanos entraron a Chile el 29 de agosto de 1553 y llegaron a Santiago en los primeros días de octubre, provenientes de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú, habiendo hecho el viaje por Charcas. Cinco religiosos componían la misión: los Padres Martín de Robleda, Superior o Comisario, Juan de Torralba, Cristóbal de Rabaneda, Juan de la Torre y el Hermano Lego Francisco de Frejenal. Llegados a Chile, dieron comienzo, de inmediato, a la evangelización de los naturales, atención espiritual de los españoles y organización de la Orden.

En el Capítulo de la Provincia de los XII Apóstoles, celebrado A fines de 1556, al que asistió el P Robleda, fue éste nombrado Custodio, a fin de que representara a las Custodias dependientes de la Provincia de Lima en el Capítulo General de la Orden que había de celebrarse en el año 1559 en Aquila, Italia. El Capítulo General de Valladolid (1565), con la aprobación de Pío IV, declaró la Custodia de Chile independiente de la Provincia del Perú elevándola a la categoría de Provincia con el título de la Santísima Trinidad. El 2 de enero de 1571 se dio cumplimiento al decreto de creación de la Provincia. El P Juan del Campo, Comisario General del Perú, había comisionado para ello al P Juan de Vega quien, en esa fecha, celebró en Santiago el primer Capítulo Provincial en el que fue él mismo elegido Ministro Provincial. Tenía entonces la Provincia 14 sacerdotes, 7 religiosos y 6 hermanos legos. Los conventos fundados hasta ese momento eran 10 (Nuestra Señora del Socorro en Santiago, Nuestra Señora de los Remedios en Valdivia, Nuestra Señora de la Buena Esperanza en La Serena, San Cosme y San Damián en Osorno, Santa María de los Ángeles de Angol, Nuestra Señora de las Nieves de Villarrica, San Francisco de Castro, San Francisco de Jesús de la Imperial, etc.).

Fueron así los franciscanos los primeros que recorrieron, en el siglo XVI, una gran parte del territorio sur de Chile, fundando algunas estaciones misionales, todas las cuales desaparecieron, sin que de ellas quedase ningún recuerdo, con el alzamiento de los araucanos en 1599 y destrucción de las ciudades del sur. Durante los siglos XVI y XVII ocuparon las sedes episcopales de Santiago los franciscanos Fr. Fernando de Banáonuevo (1566¬1568), Fr. Diego de Medellín (1574-1593), Fr. Pedro de Azuaga (1595¬1597), Fr. Juan Pérez de Espinoza (1600-1622), Fr. Diego de Umansoro (1660-1676) y de la Diócesis de la Imperial Concepción Fr. Antonio de San Miguel (1569-1590) y Fr. Luis Jerónimo de Oré (1620-1630). La principal fundación que los franciscanos hicieron en Chile, en el siglo XVII, fue el Colegio de San Diego (1663), en Santiago, destinado a los estudios de artes mayores y teología. Al empezar el siglo XVIII, la Provincia tenía doce conventos con más de 160 religiosos, a mediados de ese siglo (1756) se fundó el Colegio de Misiones San lldefonso, Sus iniciadores salen del Colegio de Misiones de Santa Rosa de Ocopa Perú. El territorio, que el nuevo Colegio asumió, partió del río Bío Bío y llegó hasta las Islas del Archipiélago de Chiloé; pero principalmente se dedicaron a la atención de los indios pehuenches. En este Colegio se educó, en 1788, el Capitán General Libertador Bernardo O’Higgins y fue su gran amigo de toda la vida el Rector, Fr. Francisco Javier Ramírez.

Andrés García pagó, el 8 abril de 1839 en Montevideo, la cantidad de sesenta patacones (Peso, Duro) por su pasaje en el bergantín “Floraville” hasta Valparaíso. El viaje fue difícil por las tempestades en el paso del Cabo de Hornos y por el ambiente entre los marineros. Andrés se esforzó por evangelizar a la tripulación, y por lo que sufrió malos tratos, el P. Felipe Echenagussia intervino con energía para que abandonara su actitud y no expusiera su vida. En aquella época, la República de Chile estaba gobernada por don Joaquín Prieto quien asumió la Presidencia el 18 de septiembre de 1831 y la ejerció por dos períodos consecutivos. Tres hechos importantes se advierten durante su gobierno: El 25 de mayo de 1833 fue promulgada la Constitución de más larga existencia que ha tenido Chile, pues estuvo vigente por casi un siglo. El segundo hecho, la presencia de Diego Portales Palazuelos (1793-1837) Ministro del Interior y Relaciones Exteriores. Se destacó por su sentido de orden jurídico-político reconocido y su mucho afecto al principio de autoridad. En tercer lugar, la guerra contra la Confederación Perú Boliviana originada por los intentos de hegemonía del General boliviano Andrés de Santa Cruz, que pretendía formar una gran unidad política con Chile, Perú, Ecuador y Argentina.

Diego Portales combatió las aspiraciones de Santa Cruz, lo que dio margen a que se declarara la guerra el 28 de diciembre de 1836. Finalizó la guerra el 20 enero 1839 con la victoria del ejército chileno en la batalla de Yungay dirigida por el General Manuel Bulnes. En noviembre de ese mismo año, el ejército hizo su entrada en Santiago, en medio de las aclamaciones de la muchedumbre. La vida religiosa pasó por un período de relajación; los religiosos poseían y administraban sus propio peculio, lo que condujo a los frailes a llevar un régimen de vida muy independiente dentro del claustro. Así llegó a reducirse la vida comunitaria al rezo del oficio y al estudio. No eran pocos los regulares que vivieron fuera del claustro, sirviendo capellanías o curatos, para poder solventar las necesidades de parientes pobres. Se dieron algunas extravagancias en el modo de vestir. Se consiguieron fáciles dispensas de reglamentos y leyes. Los superiores llamaron a sus frailes a una mayor observancia, esperando conducirlos a una vida más consecuente con su vocación. Fr. José de la Cruz Infante (1762-1843), bachiller en Sagrada Teología por la Universidad de San Felipe, Examinador Sinodal del Obispado, Rector del Colegio de San Diego, maestro de novicios, Custodio y Visitador de la Provincia en 1825, se esforzó en restaurar la Observancia en la Provincia Franciscana apoyado por el Vicario Apostólico Mons. Juan Muzi, Delegado del Papa León XII ante el gobierno de Chile.

El convento de la Recoleta Franciscana de Santiago fue fundado por Real Cédula de 30 de mayo de 1662, en terrenos donados, el 17 de junio de 1663, a la Provincia de la Santísima Trinidad por el matrimonio Nicolás García y María Ferreira. El Gobernador Bernardo O’Higgins, en documento extendido el 8 de octubre de 1821, pidió a las religiosas contemplativas de Santa Clara que se trasladasen a la Recoleta Franciscana, luego de vender sus terrenos del monasterio por el bien de la patria. El P. Infante consiguió, en 1824, del arzobispo Muzi, la autorización para reinstalar la Recoleta, lo que se hizo efectivo el 27 de mayo de 1837, cuando la Provincia de la Santísima Trinidad cedió el antiguo convento de la Recoleta al Padre Infante14, y las Religiosas contemplativas de Santa Clara, que allí moraban, lo entregaron el 21 de diciembre del mismo año. En octubre de 1838, se instala nuevamente la comunidad Franciscana con el espíritu de la estricta observancia para vivir con mayor fidelidad la Regla de San Francisco. El 10 de julio de 1839, el P Infante recibió a Fr. Felipe Echenagussia y al “Hermano Andrés, secular de Montevideo”, asignándoles las celdas del oriente del Lúcumo como habitación. La comunidad estaba compuesta por el Padre Guardián, que era el único sacerdote, dos seminaristas, un hermano lego y un donado. Andrés fue destinado a la cocina para ayudar al cocinero, lavar los platos y barrer; labores que desempeñaba con humildad, dedicación y alegría.

El 2 de agosto de 1839, el P. Infante expuso a Fr. Felipe la necesidad de nombrar un hermano limosnero, Fr. Felipe le sugirió al hermano Andrés. El Guardián no lo encontraba suficientemente inteligente para el desempeño del oficio; pero no obstante, ese mismo día llamó a Andrés y le propuso el oficio. Aceptó con gusto, afirmando que, en el convento de Montevideo, había sido dos veces limosnero y traía el hábito que allá había usado hasta el decreto de expulsión. De inmediato, se realizó la ceremonia de vestición que lo identificaba como hermano donado. Esta era la rutina diaria de Andrés: cada día se levantaba a las cuatro de la mañana para ayudar la primera misa; comulgaba diariamente y luego hacía su oración de acción de gracias A las siete de la mañana, salía a pedir limosna, recorriendo las calles de Santiago por los pavimentos de gruesas piedras de río y veredas labradas de duras rocas. El ambiente era tranquilo y, el poco movimiento que se observaba durante la mañana, era ocasionado por los proveedores y vendedores ambulantes a quienes se dirigía Andrés solicitando limosnas para el convento y para otros fines piadosos, como las Ánimas del Purgatorio, la propagación de la fe y la devoción a Nuestra Señora de la Cabeza. Su actitud para con todos era paciente, afable y modesta, dando buenos consejos, aun al recibir insultos, burlas y desprecios, Andrés regresaba al convento a la puesta del sol y en la noche rezaba con la comunidad.

La expresión “Alabado sea Dios” lo identificó, en sus respuestas simples y breves, hasta los últimos momentos de su vida. Los primeros días de enero 1853, Fr. Andrés fue a casa del Dr. Vicente Padin llevando, de regalo, su bastón porque ya no lo necesitaría más y visitó a don. Francisco Ignacio Ossa, solicitándole mandar decir misas por su alma. El domingo 9 de enero, Andrés no asistió a la primera misa de las cuatro y media de la mañana que acostumbraba ayudar. A las cinco y media de la mañana, se dirigió a su cuarto un hermano donado con el fin de pedirle un remedio para la vista que solicitaban en la portería, encontrándolo muy debilitado. No obstante, a las 6 hras. asistió al templo a escuchar la Misa, pero, sintiéndose muy fatigado, volvió pronto a su cuarto. El hermano enfermero, que acudió a visitarlo, constató la gravedad de su estado de salud y le suministró algunas medicinas, ante la imposibilidad de encontrar un médico. Cuando los médicos lo visitaron, al día siguiente, sólo pudieron constatar que “la enfermedad era de muerte”. El Dr. Fontecilla le diagnosticó una pulmonía y, en su presencia, se le practicó una sangría como un medio para aliviar la fiebre. Mientras tanto, la noticia de su enfermedad se propagó por toda la ciudad, conmoviendo a gente de todos los estratos sociales y muchos acudieron a la Recoleta para saber de su salud.

El día 12, Andrés pidió a Fr. Pacheco, que le asistía, que no se preocupase y descansase porque el viernes moriría. El jueves 13, los médicos aconsejaron sacramentarlo, y el enfermo recibió el viático y la Extremaunción, rodeado de la comunidad. Pidió perdón por las ofensas causadas y por los malos ejemplos, el hermano enfermero lo invitó a callar a lo que obedeció prontamente. Finalmente, solicitó al Guardián un hábito para cubrir su cadáver y una sepultura, lo que le fue otorgado y luego emitió la profesión solemne. A las 21 hrs., Andrés le dijo a Fr. Pacheco: “Moriré mañana a las ocho”. Tal como lo había anunciado, el hermano Andrés falleció el 14 de enero de 1853 a las ocho de la mañana. Sus restos mortales fueron expuestos en el coro del Convento, detrás de la reja, donde fue visitado por una multitud de gente de todas las condiciones sociales; los religiosos acompañaron permanentemente su cadáver y después de cena, la comunidad elevó las preces por su descanso. Fr. Juan Antonio García leyó unos versos. Sus funerales se efectuaron el día 15 y, a tempranas horas, comenzó a llegar la gente, incluso desde fuera de la capital. A las nueve de la mañana comenzó la Misa de Requiem presidida por el Guardián, Fr. Francisco Pacheco. Una vez finalizado el rito, tanto los religiosos como los clérigos presentes se dirigieron al coro, donde hicieron uso de la palabra Fr. Francisco Villarroel y Fr. Juan Bautista Díaz; luego el cortejo fúnebre marchó hacia el cementerio, situado en el interior del Convento. Antes de proceder a su sepultura, se pronunciaron otras oraciones fúnebres, expresión de admiración y gratitud hacia la persona de Fr. Andrés.

 

Fuente: https://frayandresito.cl/biografia

 

 

 

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