Historias que
nos aterran,
realidades que a
muchos nos
parecen tan
lejanas, pero,
cuando conocemos
algún caso,
cercano o no,
empezamos a
sentirnos
indefensos y
vulnerables…
“Estoy sola y la
única familia
que tengo es la
que me alberga,
quienes me están
ayudando a
recuperar a mi
nena que está en
manos de un
depravado que me
compraba porque
yo era como su
delivery”.
Estas son las
palabras de
Nerea Soledad
Oliveira, una
misionera de la
cual se supo
días atrás en el
marco de la
investigación
que se
desarrolla para
dar con el
paradero de
Fernanda
Aguirre, una
joven
entrerriana que
desapareció al
ser secuestrada
en 2004 en la
provincia de
Entre Ríos.
Nerea Soledad
Oliveira había
sido abusada por
su padre y, a
los 11 años,
“vendida” a una
red de trata que
la obligó a
prostituirse
varios años. En
abril de 2007,
el lugar fue
allanado y la
joven rescatada,
pero, como era
menor, regresó
con su padre,
quien la llevó a
Misiones otra
vez y volvió a
entregarla a la
red de trata.
En 2008, “Nerea
quedó embarazada
y tuvo una beba
en cautiverio.
Un cliente se
hizo cargo de la
nena y se las
llevó a las dos,
pero, cuarenta
días después del
parto, la
obligaba a
prostituirse”,
afirmó María
Elena Leuzzi,
titular de la
Asociación de
Víctimas de
Violaciones
(AVIVI), quien
acompaña a la
joven en el
proceso judicial
que lleva
adelante. Un
tiempo después,
el hombre le
ofreció a Nerea
un pasaje para
volver a
Misiones, a lo
que la joven
accedió y allí
perdió contacto
con su hija;
cuando consiguió
dinero para
volver, ni el
hombre ni la
niña estaban.
“Desde que nací,
mi único
recuerdo feliz
fue cuando nació
mi hija Luciana
porque cuando
era chica
solamente me
explotaban y me
‘mataban a
palos’”, sostuvo
Nerea. Según la
víctima, pudo
ver
recientemente a
su hija en una
casa de la
localidad
bonaerense de
Ciudadela con el
hombre que ella
cree que es el
padre de la
niña,
actualmente de
seis años, pero
este se negó a
entregársela.
Casos como el de
Nerea hacen que
nos preguntemos
cuán preparados
estamos, como
adultos
responsables,
como padres,
educadores,
comunicadores,
para encarar
acciones
preventivas al
respecto.
En primer lugar,
es necesario
superar los
estereotipos de
género y
sociales, por
ejemplo:
“Mientras haya
pobreza no hay
nada que se
pueda hacer”.
Hay que actuar
desde la
prevención,
brindando
información y
orientación a
los niños, las
niñas y los
adolescentes
sobre sus
derechos, y
herramientas
para el
autocuidado;
aceptar que es
un problema que
nos afecta a
todos, y que
cada uno, desde
su lugar, puede
y debe
colaborar.
¿Qué pueden
hacer los
padres?
Internet se ha
convertido en
una herramienta
utilizada por
los tratantes en
la captación de
sus víctimas. El
anonimato que
permite el
espacio
cibernético
facilita el
contacto con las
probables
víctimas a
través de
páginas de
empresas que no
existen, de
chats, o
redes sociales.
Por eso, debemos
aprender a
utilizar este
instrumento de
manera
responsable y
tomar
precauciones
sobre la
información que
compartamos y
sobre la que nos
compartan.
La empresa
Microsoft cuenta
con una página
donde brinda
recomendaciones
para el uso de
Internet de
nuestros hijos.
No solo pueden
ser de utilidad
para proteger a
las niñas, los
niños y los
adolescentes,
sino también a
los adultos.
Nunca reveles
las contraseñas
de tus cuentas,
ni a gente
cercana (como
amigos) o en
respuesta a
correos
electrónicos.
Protege las
contraseñas
guardadas, no
anotes tus
contraseñas en
lugares en donde
puedan acceder a
ellas, muchas
personas las
guardan en
archivos de sus
computadoras,
que es el primer
lugar en donde
los criminales
cibernéticos
revisan.
No escribas tus
contraseñas en
computadoras
públicas,
existen
programas que se
dedican a
recolectar
información de
computadoras con
mucha afluencia.
Establece reglas
de uso, tales
como cuánto
tiempo pueden
usar Internet,
qué páginas
pueden visitar,
etcétera.
Si utilizan
redes sociales
(como Facebook,
Twitter,
MySpace), se
recomienda lo
siguiente:
Habla con ellos
sobre sus
experiencias,
que compartan
contigo si algo
los hace sentir
incómodos.
Accede a las
páginas sociales
en las que
ingresan,
entérate del
tipo de
información que
se maneja en
ellas, de las
medidas de
privacidad que
ofrecen,
etcétera.
Enseña a tus
hijos que no se
citen con
alguien que
hayan conocido
en la red.
Asegúrate de que
no empleen sus
nombres
completos.
Háblales sobre
la importancia
de no
suministrar
información que
los pueda
identificar,
como el tipo de
escuela al que
asisten.
Alerta a tus
hijos sobre el
uso de
fotografías en
la red, sobre
todo, aquellas
que puedan
brindar
información
sobre el entorno
en que se
desenvuelven,
como nombres de
calles o lugares
que frecuenten.
Comenta con
ellos que toda
la información
que suban a la
red puede ser
consultada por
cualquier
persona, por lo
que deben tener
cuidado sobre lo
que comparten.
En una guía
titulada
Trata de
Personas. Una
forma de
explotación
moderna, se
aconseja:
- “Si su
hijo/hija no
regresó a casa
después de la
escuela, de un
recital o de
haber ido a
comprar el pan…
No esperar 48
hs. para
comenzar a
llamar a los
amigos,
compañeros de
colegio y
familiares para
preguntar cuándo
lo/la vieron por
última vez.