La fe es la base de
la Iglesia
Autor: Aderico
Dolzani, ssp.
El evangelio de
esta fiesta nos
habla de que la
fe en Jesús,
Cristo e Hijo de
Dios, es la base
de la Iglesia.
Para muchos la
Iglesia es lo
que dicen los
medios de
comunicación.
Lo que siempre
devuelve a la
Iglesia la
estabilidad y la
renovación es la
vuelta a lo
esencial: a
Pedro y Pablo,
lo que ellos
aprendieron de
Jesucristo y nos
entregaron.
La fe en Jesús,
en la que Pedro
confirma a sus
compañeros
apóstoles, es,
en primer lugar,
un don de Dios.
Cuando recibimos
la fe, en algún
momento de
nuestra vida,
recibimos un
regalo que nos
gratifica, nos
sostiene durante
nuestra
existencia y nos
congrega como
comunidad.
La fe es mucho
más que estar
convencidos de
que Cristo es el
Hijo de Dios
hecho hombre, de
que somos hijos
de Dios y de que
Dios es el
creador de todas
las cosas. Tener
fe es confiar en
Dios aun cuando
no lo sintamos
en nuestro
corazón,
sabernos
llamados por
nuestro nombre y
aceptar la
misión única e
irrepetible, que
él tiene para
cada uno de
nosotros.
Pedro fue
llamado por su
nombre, se
abandonó en
Dios, se dejó
llenar por su
espíritu y se
entregó a la
voluntad del
Padre. Por eso,
fue nuevamente
llamado: Jesús
lo nombró
fundamento de la
Iglesia y le
encomendó una
misión: todo lo
que ates en la
tierra será
atado en el
cielo y
viceversa... y
con él a sus
sucesores.
La misión que le
fue entregada a
Pedro fue la de
fortalecer la fe
de sus hermanos
y asumir esta
responsabilidad
en una Iglesia
en la que cada
uno tiene el
deber de pensar
por sí mismo y
la libertad de
expresarse, el
coraje de vencer
todos los
obstáculos y
transmitir el
valor de la
salvación a
todos los
hombres.
Hoy, la Iglesia
asume la misma
tarea que en sus
inicios:
anunciar el
evangelio de
Cristo. Pero,
para
comunicarlo,
antes hay que
amarlo, amar a
los
destinatarios y
amar al creador
de ese mensaje.
Así fueron Pedro
y Pablo en su
tiempo.
“Pedro
respondió: Tú
eres el Mesías,
el Hijo de Dios
vivo”, Mt
16, 16.
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