Una
corazonada de amor...
Autor: Germán Díaz
Religioso Salesiano.
Lic. en Comunicación
Social
En el corazón, nacen los
sentimientos o, al
menos, eso creemos.
Muchas veces, se
designan las revistas de
amor como “revistas del
corazón”, también los
programas de radio o las
canciones de estilo
romántico. Cada vez que
queremos crear una
dinámica de grupos para
la catequesis que tenga
que ver con el amor o
los sentimientos,
enseguida, pensamos en
recortar papeles rojos
con la forma
convencional de un
“corazoncito”.
Los temas del corazón
son siempre los del
amor. Un susto o un gran
sentimiento nos obligan
a llevar nuestra mano al
pecho, como queriendo
ubicar el lugar del
corazón o algo así.
Cuando tenemos un
presentimiento, una
intuición o una sospecha
de que algo va a
ocurrir, decimos: ¡Tengo
una corazonada! Parece,
en verdad, que las cosas
del corazón pasan por
ese sector del cuerpo
humano. Don Bosco
afirmaba que la
educación era cosa del
corazón. El santo aludía
con esto a la gran
ventaja de educar a los
jóvenes con el amor.
Del corazón de los
hombres salen cosas
increíbles,
maravillosas, pero
también las peores que
nos podemos imaginar.
Hay gente que odia y
quiere matar. Hay
asesinatos llamados
“pasionales” por tanto
amor y celos o por
enredos del corazón.
La Biblia reconoce el
peligro del corazón en
Marcos 7, 6-21: “Este
pueblo me honra con los
labios, pero su corazón
está lejos de mí...
Porque de adentro, del
corazón de los hombres,
salen los malos
pensamientos,
fornicaciones, robos,
homicidios,
adulterios...”. No es
fácil dirigir el
corazón, ya que parece
ser como un imán que
busca a quien amar, a
quien hacer el bien, a
quien sostener o ayudar.
Pero no siempre puede
ser librado al solo
efecto de su objetivo
primario. Es necesario
discernir y hacer
intervenir la
inteligencia para poder
encontrar el norte, el
verdadero objetivo que
nos plenifique como
personas. La encíclica
de Benedicto XVI,
Deus Caritas est, se
refiere a este doble
filo del amor, por un
lado, clarifica el eros:
“Los antiguos griegos
dieron el nombre de eros
al amor entre hombre y
mujer, que no nace del
pensamiento o la
voluntad, sino que, en
cierto sentido, se
impone al ser humano”;
por otro, el ágape: “Se
convirtió en la
expresión característica
para la concepción
bíblica del amor. En
oposición al amor
indeterminado y aún en
búsqueda, este vocablo
expresa la experiencia
del amor que ahora ha
llegado a ser
verdaderamente
descubrimiento del otro,
superando el carácter
egoísta”1.
Hay una película, que
quizás no fue muy buena
en su realización final,
pero su planteo da mucho
que pensar. El filme
impacta con las escenas
donde la gente muere en
las calles sin que nadie
se preocupe. La falta de
amor paraliza el corazón
y enfría a la humanidad.
Todo es por amor2
es el filme y se
desarrolla en el 2021
cuando el mundo está
alterado: nieva en
verano, no hay gravedad
en Uganda, y la gente
cae muerta como algo muy
normal. La gente se
muere en las calles
porque se extrañan,
extrañan el amor,
extrañan... estar cerca.
“¿Qué es del mundo sin
amor?, ¿un gélido cúmulo
de acciones? Acciones
que nos hacen responder
a todo solo por cumplir
cierta cotidianidad Por
no tener amor, ¿el mundo
merece morir congelado?
¿Es posible encontrar
amor en un mundo gélido
como este?”. Son algunos
cuestionamientos que
esta película trata de
explotar.
Así es el amor: quiere
dar, necesita cuidar,
pretende ser garante de
la vida del otro, se
asume como escolta,
guardián, protector. El
que ama de verdad sabe
que está dispuesto a dar
la vida. El Sagrado
Corazón de Jesús
representa el amor más
grande, el amor “ágape”.
Es allí, en la cruz,
donde puede contemplarse
esta verdad. A partir de
allí se debe definir qué
es el amor. Desde esa
mirada el cristiano
encuentra la orientación
de su vivir y de su
amar. Jesús ha
perpetuado este acto de
entrega mediante la
institución de la
eucaristía durante la
Última Cena. Ya en
aquella hora, él
anticipó su muerte y
resurrección, dándose a
sí mismo a sus
discípulos en el pan y
en el vino, su cuerpo y
su sangre como nuevo
maná (cf. Jn 6, 31-33).
Jesús nos enseñó lo que
es el amor verdadero
hasta entregarse a sí
mismo como víctima del
amor. Por eso, “No hay
amor más grande que dar
la vida por los amigos”3.
Nosotros somos sus
amigos y en él
encontramos la fuerza y
el ejemplo para imitar.
Jesús quiere darnos su
amor hasta el final. En
ese momento tan terrible
de la cruz, cuando ya no
quedaba nada para
darnos, fue abierto en
su costado y entregó
hasta lo último que
alguien puede dar. Así
lo relata el evangelio:
“... pero uno de los
soldados le abrió el
costado con una lanza, y
al instante salió sangre
y agua"4.
Esta sería la verdadera
imagen del Sagrado
Corazón de Jesús: el
amor hasta el final. Los
consagrados a su
sacratísimo corazón
también están llamados a
amar con esos mismos
sentimientos, toda una
espiritualidad del amor
y la entrega a los
demás. No se asume esta
devoción como intimismo
personal, sino como
caridad que nace del
corazón.
1 Carta
encíclica Deus
caritas est, del
Sumo Pontífice Benedicto
XVI, sobre el amor
cristiano.
2 Todo
es por amor.
Protagonistas:
Joaquín Phoenix, Claire
Danes, Sean Penn.
Director: Thomas
Vinterberg. Universal
Studios, 106 minutos.
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